martes, 15 de mayo de 2018

2 SAMUEL. ÍNDICE.

2 SAMUEL. CAPÍTULO 24.

La peste (1 Cr 21)

241El Señor volvió a encolerizarse contra Israel e instigó a David contra ellos:
-Anda, haz el censo de Israel y Judá.
2El rey ordenó a Joab y a los oficiales del ejército que estaban con él:
-Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo.
3Joab le respondió:
-¡Que el Señor, tu Dios, multiplique por cien la población y que vuestra majestad lo vea con sus propios ojos! Pero, ¿qué pretende vuestra majestad con ese censo?
4La orden del rey se impuso al parecer de Joab y de los oficiales del ejército, y salieron de palacio para hacer el censo de la población israelita. 5Pasaron el Jordán y empezaron por Aroer y por la población que hay en medio de la vaguada, hacia Gad y hasta Yazer. 6Llegaron a Galaad y de allí rodearon hacia Sidón. 7Llegaron a la fortaleza de Tiro y todas las poblaciones de los heveos y cananeos; luego salieron al sur de Judá, hacia Berseba. 8Así recorrieron todo el territorio, y al cabo de nueve meses y veinte días volvieron a Jerusalén. 9Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá, quinientos mil.
10Pero después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor:
-He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque he hecho una locura.
11Antes de que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra del Señor:
12-Vete a decir a David: <<Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno y yo lo ejecutaré>>.
13Gad se presentó a David y le notificó:
-¿Qué castigo escoges? Tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo o tres días de peste en tu territorio. ¿Qué le respondo al Señor, que me ha enviado?
14David contestó:
-¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres.
15El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Y desde Dan hasta Berseba murieron setenta mil hombres del pueblo. 16a El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolarla. 17Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor:
-¡Soy yo el que ha pecado! ¿Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga la mano sobre mí y sobre mi familia.
16bEl Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel, que estaba asolando a la población:
-¡Basta! ¡Detén tu mano!
18El ángel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Y Gad fue aquel día a decir a David:
-Vete a edificar un altar al Señor en la era de Arauná, el jebuseo.
19Fue David, según la orden del Señor que le había comunicado Gad, 20y cuando Arauná se asomó y vio acercarse al rey con toda su corte, salió a postrarse ante él, rostro en tierra. 21Y dijo:
-¿Por qué viene a mí vuestra majestad?
David respondió:
-Vengo a comprarte la era para construir un altar al Señor y que cese la mortandad en el pueblo.
22Arauná le dijo:
-Tómela su majestad, y ofrezca en sacrificio lo que le parezca. Ahí están los bueyes para el holocausto y los trillos y los yugos para leña. 23Tu servidor se lo entrega todo al rey.
Y añadió:
-¡El Señor, tu Dios, acepte tu sacrificio!
24Pero el rey le dijo:
-No, no. Te la compraré pagándola al contado. No voy a ofrecer al Señor, mi Dios, víctimas que no me cuestan.
Así, compró David la era y los bueyes de Arauná por medio kilo de plata. 25Construyó allí un altar al Señor, ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, el Señor se aplacó con el país y cesó la mortandad en Israel.

Explicación.

24 Se compone de tres piezas o secciones: el censo (1-9), la peste (10-15), el altar (16-25). La primera tiene un carácter administrativo, la segunda es numinosa, la tercera es cúltica. Las tres se organizan perfectamente: partiendo del hecho de la peste, el censo es su causa, el altar su remedio.

No cuesta comprender que la peste aparezca como castigo de Dios: el "enviado del Señor" hiere de peste al ejército de Senaquerib, el "exterminador" hería a los egipcios, "hambre-espada-peste-fieras" son cuaterna clásica de vengadores divinos. Concretamente la peste, más que otras desgracias, aterrorizaba extrañamente al hombre antiguo: su difusión rápida e incontenible, su ejecución sumaria y sin distinción de edades o personas, unido a la ignorancia de sus causas y proceso, envolvían a la peste en una aura numinosa. Era una fuerza demoníaca o un verdugo al servicio de un Dios misterioso: "La peste que se desliza en las tinieblas, la epidemia que devasta a mediodía" (Sal 91,6).

En una concepción yahvista, que reconoce un solo Dios (al menos para Israel), la peste no puede ser instrumento de otra divinidad adversa, sino que ha de estar sometida al Señor. Por eso denuncia violentamente un estado de pecado o contaminación, que se ha de remover expiando, aplacando, confesando la culpa. David confiesa su pecado y edifica un altar para aplacar la cólera divina.

En estos términos, y respetando el carácter arcaico, el episodio hace sentido. Lo más extraño es el modo de contarlo. En su afán de comenzar y concluir con la acción del Señor, el autor dificulta la comprensión de su relato; queda muy clara la gran inclusión, la soberanía del Señor que abarca el entero arco de los sucesos, causas y efectos y remedios; resulta extraño su modo de obrar. Si todo hubiera comenzado con el pecado de David, no nos costaría entenderlo: al fin y al cabo, David es mediador de bienes y desgracias para su pueblo. Pero el verso 1 dice que Dios instiga a David a cometer un pecado, para castigar con tal ocasión al pueblo (que se supone pecador).

El libro primero de las Crónicas, 21,1 corrige diciendo que fue Satán quien instigó a David; Satán, el adversario de Israel y del plan de Dios. El narrador primitivo no intenta racionalizar a Dios, acepta su santidad incomprensible, reconoce su dominio sobre los motivos humanos, expresa a su manera, en términos antropomórficos, su  misteriosa acción en la historia humana. Leeremos un caso parecido en 1 Re 22; y el genial autor del Libro de Job, resolverá en términos dramáticos la figura de ese "satán" o adversario del plan de Dios.

24,1 Aunque la fórmula es diversa, hay que recordar los marcos narrativos del libro de los Jueces.

24,2 El mismo verbo "ir por" shwt emplea Job 1,7, aplicado a Satán.

24,3 Tener muchos súbditos es una gloria del monarca. Pero Joab objeta a esa medida administrativa. Quizá teme los recelos y resistencia de la población, ya que un censo servía para exigir tributos o prestaciones militares. Por la boca de Joab habla además un viejo yahvismo que rehúsa la complacencia y confianza en los ejércitos humanos; no es el número de soldados lo que salva. Prov 14,28.

24,9 Después de tanta exactitud en el itinerario y la duración del viaje, el narrador cede a la complacencia en los números elevados. Difícilmente llegaría la población total al millón en tiempos de David; la proporción de medio millón para dos tribus y ochocientos mil para diez tribus tampoco es convincente. El autor parece pensar así: es un gran beneficio de Dios que fueran tantos, fue un pecado de David el contarlos: pero , ya que los contó, alabemos a Dios con sus cifras.

24,10 Sólo después de consumado, comprende David su error; el verbo lo usa Samuel en su denuncia a Saúl (1 Sm 13,13), y Saúl en su confesión (1 Sm 26,21). La aliteración subraya la confesión de David.

24,11 Gad acompañó a David desde el principio (1 Sm 22,5).

24,12 El Señor perdona la culpa pero impone una penitencia. El castigo diezmará la población, que con tanto cuidado ha hecho contar el rey.

24,13 David conoce lo que es el hambre (21,1) y lo que es huir ante el enemigo; no conoce la peste. El triple castigo está marcado por correspondencias sonoras. 2 Sm 21,1; 1 Sm 18-23.

24,14 Véase Eclo 2,18.

24,16b * Detrás del v.17.

24,17 La oración de David está fuertemente aliterada: la insistencia en la vocal i de primera persona y la repetición enfática del pronombre personal, hacen escuchar la emoción del rey que asume toda la culpa; el pueblo son ahora "sus ovejas". En este momento David es el rey-pastor, fiel a su elección.

24, 16b Su oración es eficaz como la de Moisés (Ex 32,15): la fórmula se repite. En rigor cronológico esta noticia se podría leer al final, según el siguiente orden: la peste avanza -David ve al ángel- David ora - Gad encarga contruir un altar - David compra la era - sacrifica y aplaca - el Señor da orden de cesar. El estado del texto puede indicar que el autor ha querido ligar a este episodio la compra de la era, lugar de emplazamiento del futuro templo.

24,18 Esto indica que la población jebusea seguía viviendo allí, incorporada o en paz con los israelitas.

24,22 Eclo 2,18.

24,22-23 La oferta puede ser simple acto de cortesía; recuérdense las negociaciones de Abrahán con los hititas (Gn 23). Véase también 1 Sm 6,14 (vuelta del Arca).

24,24 De esta manera el espacio del futuro templo ha sido adquirido pacíficamente; un altar erigido por David será predecesor del altar salomónico. El autor quiere presetar a David como fundador cúltico.

2 SAMUEL. CAPÍTULO 23.

Últimas palabras de David (Sal 101)

231Oráculo de David,
hijo de Jesé,
oráculo del hombre enaltecido,
ungido del Dios de Jacob,
favorito
de los cantores de Israel.
2El espíritu del Señor
habla por mí,
su palabra está en mi lengua.
3Me dijo el Dios de Jacob,
me habló la Roca de Israel:
"El que gobierna a los hombres
con justicia,
el que gobierna
respetando a Dios,
4es como la luz del alba
al salir el sol,
mañana sin nubes
tras la lluvia,
que hace brillar
la hierba del suelo".
5Mi casa está firme junto a Dios,
que me dio un pacto eterno,
bien formulado y mantenido.
¡Él hará prosperar
mis deseos de salvación!
6Pero los malvados
serán como cardos,
que se tiran y nadie recoge;
7nadie se acerca a ellos
sino con el hierro
y leño de la lanza
y con fuego que los abrase>>.
8Nombres de los campeones de David: Isbaal, el jaquemonita, primero de la terna, que blandió el hacha y mató a ochocientos en una sola acometida. 9Segundo, Eleazar, hijo de Didías, el ajojita. Estuvo con David en Fesdamín, cuando los filisteos se concentraron allí para el combate; 10los israelitas se retiraban, pero él estuvo matando filisteos hasta que se le rindió el brazo y la mano se le pegó a la espada. El Señor dio a Israel aquel día una gran victoria; detrás de él el ejército se volvió para saquear. 11Tercero, Samá, hijo de Ajé, el ararita. Los filisteos se concentraron en Lejí*, donde había una tierra toda sembrada de lentejas; el ejército huyó ante los filisteos, 12pero Samá se plantó en medio de la tierra y la recuperó, mató a los filisteos, y el Señor concedió una gran victoria*. 17bEstas fueron las hazañas de los tres campeones.
13Tres de los treinta fueron a David, al comienzo de la siega, al refugio de Adulán, cuando una banda de filisteos acampaba en el Valle de Refaím. 14David estaba entonces en el refugio y la guarnición filistea estaba en Belén. 15David sintió sed y exclamó:
-¡Quien me diera agua, la del pozo junto a la puerta de Belén!
16Los tres campeones irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo, junto a la puerta de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso beberla, sino que la derramó como obsequio al Señor, diciendo:
17a-¡Líbreme Dios! ¡Sería beber la sangre de estos hombres, que han ido allá exponiendo la vida!
Y no quiso beberla*.
18Abisay, hermano de Joab, hijo de Seruyá, era jefe de los treinta. Blandiendo su lanza mató a trescientos, ganando renombre entre los treinta; 19destacó entre ellos; fue su jefe, pero no les llegó a los tres. 20Benayás, hijo de Yehoyadá, natural de Cabseel, era un tipo aguerrido, pródigo en hazañas. Mató a los dos moabitas, hijo de Ariel, y bajó a matar al león en la cisterna el día de la nieve. 21Mató también a un egipcio de gran estatura, que empuñaba una lanza: Benayas fue hacia él con un palo, le arrebató la lanza y con ella lo mató. 22Esa fue la hazaña de Benayas, hijo de Yehoyadá, con la cual ganó renombre entre los treinta campeones. 23Destacó entre ellos, pero no les llegó a los tres. David lo puso al frente de su escolta personal. 24Asael, hermano de Joab, era de los treinta.
Pertenecían al grupo de los treinta: Eljanán, hijo de Dodó, de Belén; 25Samá, el de Jarod; Elicá, el de Jarod; 26Jeles, el pelteo; Irá, hijo de Iqués, de Tecua; 27Abiézer, de AAnatot; Sibecay, el husita; 28Salmón, el ajojita; Mahray, de Netor; 29Jéleb, hijo de Baná, de Netof; Itay, hijo de Ribay, de Guibeá* de Benjamín; 30Benayas, de Piratón; Hiday, de Río Gaas; 31Abialbón, de Arabá; Azmaut, de Bajurín; 32Elyajbá, el saalbonita; Yasán; Jonatán, 33hijo de Samá, el ararita; Ajián, hijo de Sarar, el ararita; 34Elifélet, hijo de Ajasbay, de Maacá; Elián, hijo de Ajitófel, guilonita. 35Jesray, de Carmel*; Paray, de Arab; 36Yigal, hijo de Natán, de Sobá; Baní, el gadita, 37Sélec, el amonita; Najeray, de Beerot*, escudero de Joab, hijo de Seruyá, 38Irá, de Yatir; Gareb, de Yatir; 39Urías, el hitita. Total, treinta y siete.

Explicación

23,1-7 Hay bastantes razones para pensar que este poema es antiguo y aun original de David, y pocas en contrario. En la construcción del libro el oráculo tiene función conclusiva: el contexto de la próxima muerte de David es una indicación importante para explicarlo.

En cuanto a la forma se presenta como orácul; es decir, como enunciado profético; muy semejante en el comienzo a dos oráculos de Balaán, el adivino transformado en profeta por el poder de Dios (Nm 24). El v.2 aclara sin dejar dudas el carácter profético de la pieza.

Pero cuando leemos el contenido, nos sentimos transportados al mundo sapiencial de la reflexión humana con valor didáctico. Aunque esa reflexión esté iluminada por Dios de manera genérica, lo sapiencial es específicamente tarea humana diversa de la profética.

Sapiencial es la oposición de los destinos de justos y malvados, aunque el término común de malvado en tales contextos sea rasha´ y no beliya´ al como en el presente oráculo; el segundo término se encuentra en descripciones o series proverbiales como Prov 6,12ss; 16,27ss, en el espejo de príncipes (Sal 101,3), en las historias de Saúl y de David, en la oración davídica del capítulo 22 (= Sal 18). Sapiencial es la comparación del justo con imágenes de luz (Sal 112,4), y más aún la imagen del tamo o la paja (cfr. Sal 1), como ejemplo de plantas inútiles; el presente oráculo escoge la imagen de las zarzas, que en la literatura profética y en algún salmo (118,12) describe el enemigo. Muy sapiencial es el tono sentencioso de los dos enunciados contrapuestos. Y también es sapiencial la instrucción sobre el buen gobierno y sus consecuencias: por ejemplo, Prov 16,10-15; 25,1-7; 29,4.14.

En cuanto al verso 5, recuerda el oráculo de Natán, pero en sí no suena a enunciado profético (recordar una profecía no es en sí otra profecía). Entonces, ¿qué significa esa tensión entre la solemne introducción profética (más de un tercio del poema) y la común enseñanza sapiencial? David pudo resumir su larga experiencia y trasmitirla a sus sucesores sin necesidad de tanto aparato. ¿Cómo se consuma el salto de lo simplemente humano a lo formalmente inspirado?

"Los labios del rey son un oráculo (qosem)* dice Prov 16,10, aludiendo a ese conocimiento extraordinario que recibe el rey por su unción. Semejante texto puede suministrar un peldaño, pero no explica el salto. Ben Sira, un autor sapiencial, siente que "derramaré doctrina como profecía" (Eclo 24,33), pero se trata de un autor muy tardío, y no llega a la conciencia clara y categórica de David en el presente oráculo. Lo decisivo parece ser el momento final: David habla inspirado antes de morir, como Jacob (Gen 49), como Moisés (Dt 33), ocupando así un puesto junto a ellos.

En este momento recuerda rápidamente su historia: "Varón exaltado, ungido de Dios, cantado por el pueblo". En este momento se siente invadido por el espíritu del Señor para anunciar el futuro, que comienza en él. Se trata de su dinastía, por la cual penetra y continúa en el futuro: reafirmando la profecía de Natán, la trasmite como profeta a sus descendientes con autoridad divina, no como simple repetidor. La promesa dinástica levanta a esfera profética los elementos sapienciales; la promesa está vista como pacto, es decir con exigencias que condicional los dones. Si ha sido elegido rey, es para vivir como mediador de la justicia divina que da paz y bienestar a su pueblo; si los malvados dentro o fuera intentan turbar ese reino de justicia, el hierro y el fuego los consumirá. No tiene otro sentido su elección y sus victorias. Sólo en esas condiciones se transmitirá a sus sucesores.

Pero es un pacto eterno: David anuncia y desea el reino de justicia. Es su programa, su legado, su esperanza. Lo siente germinar en sí y prevé su crecimiento sin más detalles. De este modo el oráculo de David es "germinalmente" mesiánico: tocará a lectores posteriores, aleccionados por la historia e iluminados por Dios, ir descubriendo su sentido y hacer que siga creciendo hacia el futuro.

El ideal de justicia lo cantarán textos como el salmo 72. "Germen" se convierte en término mesiánico en Jr 23,5; 33,15; Is 4,2; Zac 3,8; 6,12 (al menos en la lectura posterior). Is 11,1-9 junta ambos motivos literarios. Entre los diversos pasos de Isaías Segundo podemos citar Is 45,8: "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación, y con ella germine la justicia".

El texto parece arcaico y su interpretación es dudosa en varios pasos.

23,1 El comienzo está regido por tres verbos pasivos, que hacen resaltar la pura actividad divina del v.2. Curioso resumen de una vida tan activa: está vista como arrastrada por dos polos, Dios y el pueblo. La última palabra del verso podría ser un nombre divino "Altísimo", "Excelso".

23,2 Véase, por ejemplo, Jr 1,9.

23,3 Hemos encontrado el título divino "roca" en el capítulo precedente: 22,3.32.47, y es frecuente en los salmos (por ejemplo Sal 19,15; 28,1; 62,3.7.8).

23,3b Justicia y temor de Dios también se unen en Is 11,2-3

23,4 Algunos cambian el texto y leen "hace brotar". La imagen presenta al gobernante cerniéndose sobre el campo de su reino, como un sol. En el campo de los ciudadanos honestos son la hierba que brota al calor del sol, o brilla fecunda por la lluvia, mientras que los malvados son los cardos que el sol seca y el fuego consume.

El soberano como sol benéfico será imagen mesiánica en Is 62.

23,5 "Formulado y mantenido" o bien, legítimamente otorgado y conservado.

23,6 Véase Sal 129,6-8.

23,7 Véase Is 7,23-24.

23,8-38 Siguen las listas comenzadas al comienzo del capítulo 21. Parece tratarse de una organización en el ejército de David, honorífica y real: lo muestra el título "Los tres", "Los treinta", que no corresponden al recuento exacto. Proceden de diversas partes del país y de otros países; la mayor parte son veteranos, de los tiempos en que David vivía en Gat o de sus luchas contra los filisteos.

23,9 1 Sm 17,1.

23,11 * = La Quijada.

23,12 * El v.13 va detrás del v. 17b.

23,13 Al comienzo de la siega ya hace calor en Palestina.

23,17a * v. 17b después del v.12.

23,17 La legislación israelítica prohíbe severamente beber la sangre de los animales (Lv 17,6); pero es claro que la frase tiene aquí un sentido humano nada legalista.

23,20 El texto hebreo es dudoso, otros leen "mató dos leones gigantescos en su guarida". Estas empresas cinegéticas se estimaban tanto como las hazañas de guerra.

23,25-39 La lectura de los nombres es dudosa en la tradición manuscrita y en las traducciones, y quizá no importe demasiado.

23,24 Véase 2 Sm 2,18-23.

23,27 Véase 21,8.

23,29 * = Loma.

23,34 Quizá el mismo de 15,12; 16,20 (traidor a David).

23,35 * = La Vega.

23,36 Quizá hijos de los dos profetas de David.

23,37 * = Pozos.

23,39 Véase capítulo 11.

2 SAMUEL. CAPÍTULO 22.

Salmo de David (Sal 18)


221Cuando el Señor lo libró de sus enemigos y de Saúl, David entonó este canto:

<<2Señor, mi roca, mi alcázar,
mi libertador.
3Dios mío, peña mía,
refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora,
mi baluarte,
mi refugio, que me salvas
de los violentos.
4Invoco al Señor
de mi alabanza
y quedo libre
de mis enemigos.
5Cuando me cercaban
olas mortales,
torrentes destructores
me aterraban,
6me envolvían
los lazos del Abismo,
me alcanzaban
los lazos de la muerte,
7en el peligro
invoqué al Señor,
invoqué a mi Dios:
Desde su templo
él escuchó mi voz,
mi grito llegó a sus oídos.
8Tembló y retembló la tierra,
vacilaron
los cimientos del cielo*,
sacudidos por su cólera.
9De su nariz se alzaba
una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba ascuas al rojo.
10Inclinó el cielo y descendió
con nubarrones bajo los pies;
11volaba a caballo
de un querubín,
se cernía sobre las alas
del viento,
12envuelto en un toldo
de oscuridad,
denso aguacero
y nubes espesas;
13al fulgor de su presencia
se encendían centellas*;
14el Señor tronaba desde el cielo,
el Soberano hacía oír su voz.
15Disparando sus saetas
los dispersaba,
su relámpago los enloquecía.
16Apareció el fondo del mar
y se vieron
los cimientos del orbe,
al bramido del Señor,
con su nariz
resoplando de cólera.
17Desde el cielo
alargó la mano y me agarró,
para sacarme
de las aguas caudalosas,
18me libró
de un enemigo poderoso,
de adversarios
más fuertes que yo.
19Me hacían frente 
el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
20me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
21El Señor me pagó mi rectitud,
retribuyó
la pureza de mis manos,
22porque seguí
los caminos del Señor,
y no me rebelé contra mi Dios;
23porque tuve presentes 
sus mandatos,
y no me aparte
de sus preceptos;
24estuve enteramente de su parte,
guardándome de toda culpa;
25el Señor retribuyó mi rectitud,
mi pureza en su presencia.
26Con el leal tú eres leal,
con el íntegro tú eres íntegro,
27con el sincero tú eres sincero,
con el taimado tú eres sagaz.
28Tú salvas al pueblo afligido,
tu mirada humilla
a los soberbios*.
29Señor, tú eres mi lámpara;
Señor, tú alumbras
mis tinieblas.
30Fiado en ti
me meto en la refriega,
fiado en mi Dios
asalto la muralla.
31El Dios de conducta perfecta,
el Señor
de promesa acendrada,
es escudo
para los que a él se acogen.
32¿Quién es Dios
fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera
de nuestro Dios?
33Dios es mi fuerte refugio,
me enseña
un camino perfecto;
34él me da pies de ciervo
y me coloca en las alturas;
35él adiestra mis manos
para la guerra
y mis brazos
para tensar la ballesta.
36Me prestaste
el escudo de tus victorias,
multiplicaste tus cuidados
conmigo.
37Ensanchaste el camino
ante mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos.
38Perseguiré al enemigo
hasta extirparlo,
y no volveré
sin haberlo aniquilado.
39Los destruiré*, los derrotaré,
no podrán rehacerse:
¡cayeron bajo mis pies!
40Me ceñiste de valor
para la lucha
doblegaste
a los que se me resistían;
41hiciste volver la espalda
a mis enemigos,
reduje al silencio
a mis adversarios.
42Pedían auxilio,
nadie los salvaba;
gritaban al Señor,
no les respondía.
43Los reduje a polvo de la tierra,
los desmenucé
como barro de la calle.
44Me libraste de las contiendas
de mi pueblo,
me reservaste
para cabeza de naciones.
Un pueblo extraño
fue mi vasallo,
45los extranjeros me adulaban,
me escuchaban
y me obedecían.
46Los extranjeros flaqueaban
y salían temblando
de sus baluartes.
47¡Viva el Señor,
bendita sea mi Roca!
Sea ensalzado mi Dios,
Roca salvadora:
48el Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos;
49que me sacó
de entre los enemigos,
me levantó
sobre los que me resistían,
y me salvó del hombre cruel.
50Por eso te daré gracias
ante las naciones,
y tañeré, Señor, en tu honor:
51Tú diste gran victoria a tu rey,
fuiste leal con tu Ungido,
con David y su descendencia
por siempre>>.


Explicación



Este salmo, con ligeras variantes es el salmo 18 del Salterio. La atribución a David no es segura.


La forma es de acción de gracias al Señor recitada en presencia de la comunidad: el contexto litúrgico explica el paso de la segunda a la tercera persona. El favorecido cuenta a los presentes el beneficio insigne recibido de Dios; puede desdoblarlo en una descripción de la situación desesperada, una descripción del acto salvador, y algunas reflexiones. El cantor se hace testigo de Dios ante la comunidad.

En algunos versos el favorecido le cuenta al Señor los favores que él mismo le ha hecho. No parece lógico este contar al protagonista su proeza, mucho menos si el protagonista es Dios que la conoce mucho mejor; pero semejante modo de orar indica un momento de intimidad y de profundo reconocimiento. No necesita saberlo el Señor, pero quiere escucharlo, plegándose a oyente de lo que sabe. Hablando así al Señor en segunda persona, la sinceridad es absoluta.

La primera parte del salmo tiene una construcción muy clara. Después de una invocación cumulativa, describe el peligro mortal en que se encontraba, la teofanía del Señor y la liberación; después reflexiona sobre el motivo de esa liberación y enuncia un principio general sobre la conducta de Dios.

En la segunda parte se repiten los mismos temas de modo irregular. Es posible descubrir un par de veces el siguiente esquema: acción de Dios en segunda persona, efecto en los enemigos, acción del salmista. El final empalma con el comienzo en la invocación, a la vez que repite el tema dominante.

Teología. Supuesta la concepción del universo en tres planos, cielo, tierra, abismo, el salmo se proyecta sobre un eje vertical que domina el plano horizontal. El protagonista, situado en la tierra, se encuentra rodeado, envuelto, sin escapatoria; la invasión del océano abismal cierra definitivamente el cerco. En su dimensión, el hombre es importante, necesita trascenderla con una tercera dimensión de altura: es la dimensión de Dios.

Dios aparece en la altura, cerniéndose sin límites, bajando para auxiliar; y ya la visión empieza a liberar al hombre de su estrechez insuperable. Después viene la acción, que se expresa en dos direcciones: romper el cerco, dar anchura y espacio (20.37); y más aún levantar, poner en lo alto (34.49). Varios títulos divinos expresan directa o indirectamente esa altura: roca, alcázar, baluarte.

El mundo de la muerte y del peligro extremo están vistos como elementos profundos: abismo (6), fondo del mar, cimientos del orbe (16).

Paralelamente al movimiento en el eje de los elementos, se colocan verticalmente ataque y derrota: los enemigos se levantan, son, en hebreo, "los que se levantan" (40.49), la derrota es caída sin levantarse (39), es curvarse, rebajarse, ponerse bajo los pies (39.40.48).

Ahora bien, esta victoria que se canta como don de Dios, ha exigido la lucha humana. Muchos términos hablan de la guerra, pero era Dios quien enseñaba y entrenaba y auxiliaba a David. A este campo pertenecen los motivos de flaqueza y firmeza, y los títulos divinos "refugio", "escudo".

22,2-3 La invocación inicial añade diez títulos al nombre del Señor: títulos referidos al salmista y sentidos personalmente ("mío", "mi"). Algunos van a reaparecer, incluso para marcar secciones: roca (3.32.47) y la variante peña, escudo (3.31.36), libertador (2.44). La raíz de "salvación" se hace palabra clave (3.4.28.34.42.47.51), sobre todo unida a los sinónimos liberar y libertar (2.44.18.49).

22,4 El Señor es objeto y tema de su alabanza, de sus himnos. Al principio encontramos el verbo técnico del himno (hll), al final el verbo técnico de dar gracias (hwdh). Dos polos que unifican la actitud del salmista.

22,5-6 El peligro mortal primero en la imagen mítica de un océano con torrentes, que arrolla y engulle; después en la imagen cinegética de redes y lazos. O sea, el hombre como pobre animal acosado y como existencia débil, enfrentada con fuerzas insuperables e incomprensibles (véanse Jon 2 y Sal 42).

22,7 El peligro es etimológicamente el aprieto o el cerco. El templo es la morada celeste. El grito de la súplica humana puede salvar la distancia hasta el mundo celeste. Fonéticamente son parecidos "grito" y "salvar".

22,8-16 La teofanía despliega factores de una tormenta, con la respuesta de la tierra en forma de terremoto. Un tema tan frecuente en el AT resulta individual por la personalización antropomórfica del Señor (como Hab 3) y por varios rasgos descriptivos. Dios es una figura corpórea, de dimensiones cósmicas: respira humo, vomita fuego, cabalga nubes, dispara rayos, grita truenos. La entera creación se agita y se descubre en su presencia. * = O: de los montes.


22,8 El salmo 18 dice "cimientos de los montes", paralelo de los cimientos del orbe. Es extraña la representación de un cielo cementado; Job 26,11 habla de las columnas del cielo. Leyendo la variante del texto hebreo presente, se subraya el movimiento de descenso: desde el cielo (8) hasta el fondo del mar (16): totalidad vertical.


22,9 La humareda es lo único que se alza; algo así como humo de volcán.

22,11 Las nubes empujadas por el viento están vistas como un cuadrúpedo alado (toro, león, etc.), que es la figura de los querubines mitológicos.

Véanse sobre todo Ez 1 y 10.

22,13 * El salmo dice "las nubes se deshicieron en granizo y centellas".

22,14 El salmo 29 estiliza la tormenta en siete truenos del Señor. Esta voz de Dios es respuesta a la voz del hombre (7).

22,15 Complemento implícito son los enemigos. Se trata del terror pánico: Ex 14,24; Jos 10,10; 1 Sm 7,10.

22,17-20 Sigue la imagen corpórea; se describe la liberación igualando los enemigos a las aguas caudalosas, sin perder la imagen de "acoso-apoyo". En la última frase comienza la reflexión sobre los motivos de Dios: el primero de todos es la benevolencia, el amor. Pura iniciativa del Señor.

22,21-25 Los otros motivos son méritos humanos: fidelidad a la persona (24), obediencia a sus mandatos, justicia de sus obras que se realiza como respuesta a Dios; doctrina clásica de la retribución. Las expresiones no coinciden con las tradicionales de la predicación deuteronómica. Justicia y pureza encierran en inclusión la serie positiva y negativa.

22,26-28 Lo que ha experimentado en sí es un modo constante de actuar de Dios: se corresponden las actitudes de Dios y del hombre; pero en un punto se rompe la correspondencia, y es en esa predilección de Dios por el humilde y afligido.

La frase final es en el salmo "humillas los ojos soberbios". El principio general está en segunda persona, personalizando la confesión: el salmista le dice a Dios cómo lo ve él.

22,28 * O: humillas los ojos soberbios. * O: perseguía, no volvía.

22,29 El título, en posición casi central, se aparta de las imágenes dominantes, aunque se relaciona con el brillo y la oscuridad de la teofanía.

22,31-32  Recogiendo los títulos "escudo", "roca" y el "acogerse", estos versos hacen resonar en posición central la invocación inicial. Así resalta la confesión de fe en el Dios único.

22,33-35 Agilidad y fuerza son las dos cualidades básicas del guerrero.

22,36-37 Disposición quiástica con los versos precedentes: "Pies-ballesta-escudo-pasos". Retorna a la segunda persona.

22,38-39 Mientras el salmo parece hablar de un futuro repetido, el primer verso de nuestro texto indica un futuro intencional y arrastra los siguientes. Además, estos dos versos responden a los anteriores como la acción del salmista a la del Señor.

22,39 * O: los derroté y no pudieron.

22,42 En oposición al grito del salmista (7).

22,44-46 Estos versos suenan a resumen y balance de un reinado: David, que comenzó sus días perseguido a muerte, ha logrado superar las rebeliones internas y ha extendido su soberanía a los pueblos vecinos. "Cabeza de naciones" está en consonancia con las imágenes de eje vertical que gobiernan el salmo. Corregimos levemente el texto hebreo.

22,47-49 Retorna a la invocación con títulos y predicados de Dios, todos referidos al salmista: siete entre todos.