martes, 15 de mayo de 2018

2 SAMUEL. CAPÍTULO 7

PROMESA Y PECADO

Promesa dinástica y oración de David (1 Cr 17; Sal 89; 132)

71Cuando David se establecvió en su casa y el Señor le dio paz con sus enemigos de alrededor, 2dijo el rey al profeta Natán:
-Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, mientras el arca de Dios vive en una tienda.
3Natán le respondió:
-Anda, haz lo que tienes pensado, que el Señor está contigo. 
4Pero aquella noche recibió Natán esta palabra del Señor:
5-Ve a decir a mi siervo David: Así dice el Señor: <<¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? 6Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy no he habitado en una casa, sino que he viajado de acá para allá en una tienda que me servía de santuario. 7Y en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear a mi pueblo, Israel, que me construyese una casa de cedro?>>. 8Pues bien, di esto a mi siervo David: Así dice el Señor de los ejércitos: <<Yo te saqué de los apriscos, de andar entre las ovejas, para ser jefe de mi pueblo, Israel. 9Yo he estado contigo en todas tus empresas; he aniquilado a todos tus enemigos; te haré famoso como a los más famosos de la tierra; 10daré un puesto a mi pueblo, Israel: lo plantaré, para que viva en él sin sobresaltos, sin que vuelvan a humillarlo los malvados como antaño, 11cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel; te daré paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. 12Y cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus antepasados, estableceré después de ti a una descendencia tuya, nacida de tus entrañas, y consolidaré tu reino. 13Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. 14Yo seré para él un padre, y él será par mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes, como suelen los hombres; 15pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia. 16Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre>>.
17Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras. 18Entonces el rey David fue a presentarse ante el Señor, y dijo:
-¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia para que me hayas hecho llegar hasta aquí? 19¡Y por si fuera poco para ti, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor! 20¿Qué más puede añadirte David si tú, mi Señor, conoces a tu siervo? 21Por tu palabra, y según tus designios, has sido magnánimo con tu siervo, revelándole estas cosas. 22Por eso eres grande, mi Señor, como hemos oído; no hay nadie como tú, no hay Dios fuera de ti. 23¿Y qué nación hay en el mundo como tu pueblo, Israel, a quien Dios ha venido a librar para hacerlo suyo, y a darle renombre, y a hacer prodigios terribles en su favor, expulsando a las naciones y a sus dioses ante el pueblo que libraste de Egipto? 24Has establecido a tu pueblo, Israel, como pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios. 24Ahora, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y su familia, cumple tu palabra. 26Que tu nombre sea siempre famoso. Que digan: <<¡El Señor de los ejércitos es Dios de Israel!>>. Y que la casa de tu siervo David permanezca en tu presencia. 27Tú, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho a tu siervo esta revelación: <<Te edificaré una casa>>; por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. 28Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. 29Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.

Explicación.

7 Lo culminante en la historia de David no son sus empresas, su valor militar o su clarividencia política; lo culminante es la promesa que Dios le hace. Este capítulo es el verdadero centro de la historia de David. Por encima de David como protagonista, se alza como verdadera protagonista la palabra de Dios, creadora de historia. Natán es su profeta privilegiado.

El oráculo original fue probablemente breve, montado en el doble sentido de la palabra casa: edificio y dinastías (también nosotros decimos la Casa de Austria). David quiere construirle al Señor una casa = templo, el Señor lo rehúsa y en cambio promete construirle una casa = dinastía.

Este oráculo original escueto produce una reacción viva en el pueblo que lo recibe, creando una corriente histórica; entonces el pueblo receptor reacciona a su vez sobre el oráculo, explicándolo y enriqueciéndolo. Sobre todo, los profetas hacen resonar en sus oráculos el de Natán, colocándolo en una perspectiva siempre más rica y tensa hacia el futuro. Autores del NT lo leerán a la luz del misterio de Cristo, fijando su sentido definitivo: Lc 2,32-33; Heb 1,5.

La acción histórica de comentar no ha quedado al margen de nuestro cuerpo narrativo, sino que ha penetrado en él, sedimentando sus adiciones junto al oráculo primitivo. Separar ahora el oráculo original y las diversas adiciones, asignando a cada una su época es hoy tarea arriesgada que conduce sólo a hipótesis inseguras.

Doble sentido de casa. En su sentido normal, la casa es propia de la cultura sedentaria, urbana: espacio material fijo, hogar que acoge y protege, término de reposo y centro de convergencia (véanse Gn 4,17 y 11,4). En sentido metafórico es la familia (Gn 16,2), que se construye con los hijos y sucesores; de la familia ordinaria se puede pasar a la familia reinante. Esta segunda casa no es espacial, sino temporal, es vida histórica, ramificación o estrechamiento. En el espacio puede derrumbarse la casa material, en el tiempo puede extinguirse la casa familiar; las dos tienen su propia estabilidad.

David ha querido dar al Señor una casa: algo así como fijarlo en un espacio sacro, centro de atracción inmóvil y permanente, con el que se puede contar. En él está presente el Señor del espacio. Pero el Señor se ha revelado a su pueblo en movimiento, sacando, guiando, conduciendo; Dios desprendido del espacio fijo, compañero de andanzas y peregrinaciones. Incluso cuando termina la peregrinación y el pueblo se establece en la tierra, durante una larga etapa el Señor conserva su movilidad original: una tienda de campaña es el símbolo adecuado de su habitación. A tanto llega esta concepción teológica, que una escuela posterior hablará de la tienda no como morada, sino como lugar de cita y encuentro.

Es verdad que junto a esta visión se desarrolla otra paralela, del templo como espacio sacro, morada permanente de la divinidad. La encontramos en la oración de Salomón (1 Re 8) y se hace presente en el v. 13 de este capítulo (adición). Recoge prácticas anteriores, por ejemplo, del templo de Siló.

El Señor no acepta la oferta de David. Si se deja llevar en procesión a Jerusalén, es para seguir allí en una tienda, libre para moverse.

El Señor quiere revelarse como dueño de una nueva etapa histórica que de algún modo continuará sin término. Él funda una dinastía con su palabra, la consolida con su promesa, la acompañará en su peregrinar histórico; un peregrinar expuesto a lo imprevisto, al peligro dramático, incluso a la tragedia. La historia humana de una dinastía en un pueblo será el ámbito móvil de la presencia y revelación del Señor. David no puede dar estabilidad al Señor, asignándole un espacio habitable; el Señor puede dársela a David, paradójicamente, lanzándolo al torrente de la historia mudable.

Camino y reposo. Esto supuesto, podemos examinar la oposición que recorre y articula el oráculo. El pueblo ha recorrido ya dos etapas: la del desierto, que era un andar de acá para allá; la etapa de los jueces, que conservó bastante de esa movilidad, con los jueces como pastores. Comienza una tercera etapa, y el pueblo tendrá un puesto donde arraigar: a la imagen pastoril sucede la imagen agrícola. Los enemigos espantaban y sacudían a la población como a rebaños, ahora la población crecerá en paz como plantas.

Algo semejante David: andaba trahumante como pastor detrás de las ovejas; de allí lo sacó el Señor para hacerlo príncipe de su pueblo (Sal 78,71). Durante un tiempo, todavía príncipe agitado por la  hostilidad de diversos enemigos. En adelante inaugurando una etapa de paz y tranquilidad. Y cuando llegué para David el reposo definitivo "con sus antepasados", la estabilidad se prolongará en su descendencia, por siempre.

La reacción de David nace del contraste entre riqueza y pobreza, casa de cedro, espacio de lonas. Acto de piedad sin especial profundidad teológica.

La respuesta de Natán no es oracular, sino de simple consejo. Puesto que el Señor está con David, la idea tiene que estar inspirada por Dios y hay que realizarla. Natán juzga el caso reduciéndolo a un principio general, sin especial discernimiento teológico. (Las instrucciones de Samuel a Saúl, 1 Sm 10,7, son oraculares). No toca a la iniciativa humana, sino a la de Dios.

7,1 Eclo 47,1.

7,3 1 Sm 10,7.

7,7 Ex 25-31; 35,40; Nm 10,11-36; y libro de los Jueces.

7,8 Sal 78,70s.

7,9 Sal 18,41.

7,12 La fórmula resulta un poco ambigua, sobre todo por la inserción del v. 13. Este verso se refiere directamente a Salomón, descendiente en sentido singular. En cambio, la promesa se refiere a la descendencia, como la promesa hecha a Abrahán (Gn 12,7; 15,18; 17,7-10), que se individualiza en 21,13.

7,14 Fórmula de adopción o de elección, que resuena en Sal 2 y 110.

7,16 Is 9,6; Lc 1,32s.

7,18 Para "presentarse" el hebreo emplea el verbo ybsh, que cubre una gama de significados: sentarse, detenerse, habitar... Quizá lo haya escogido el autor para hacer eco al comienzo del capítulo.

7,19-29 La oración de David, algo difusa en una primera lectura, no carece de cierta articulación coherente: da gracias (19-24), suplica (25-27), pide la bendición (28-29).

La acción de gracias habla de sí y del pueblo (19-22.23-24). Son muchas palabras de quien se ha quedado sin palabra y prorrumpe en expresiones de estupor. Mientras algunos himnos se maravillan de la grandeza del Señor, David se maravilla de su pequeñez, la cual revela la grandeza y unicidad del Señor. David no tiene nada que decir, porque el Señor conoce sus sentimientos, porque es el Señor quien ha hecho conocer a David.

Es de notar el nuevo sentido de casa: la humilde familia de donde el rey procede. Por eso su título frente al Señor es "tu siervo", repetido diez veces: tres en la acción de gracias, cuatro en la súplica, tres en el final.

Del pueblo recuerda David la redención y la alianza, repitiendo el verbo que ha usado para la promesa (kwn). Súplica: el Señor ha de mantener su palabra (qwn), y así se mantendrá la dinastía (kwn). Recoge la promesa en una fórmula que difiere del v. 11 y que podría ser más original, pues hace eco exactamente del v. 6.

Bendición: podría tener uso litúrgico (puede verse Sal 67), y quizá contenga una referencia o alusión a la tercera promesa de Abrahán, Gn 12,2-3: la bendición de Dios será fecundidad y continuidad perpetua, ella cumplirá la palabra del Señor.

En toda la oración domina la palabra y el habla de Dios. El estilo es elevado y un poco retórico, adopta formas rítmicas flexibles.

7,22 Sal 40,17.

7,24 Dt 26,17s.

7,25 Dt 9,5.

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