martes, 15 de mayo de 2018

2 SAMUEL. CAPÍTULO 11

David y Betsabé


111Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá. David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén, 2y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea de palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella. 3David mandó preguntar por la mujer y le dijeron:

-Es Betsabé, hija de Elián, esposa de Urías, el hitita.
4David mandó a unos para que se la trajesen; llegó la mujer, y David se acostó con ella, que estaba purificándose de sus reglas. 5Después Betsabé volvió a su casa; quedó encinta y mandó este aviso a David:
-Estoy encinta.
6Entonces David mandó esta orden a Joab:
-Mándame a Urías, el hitita.
7Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejécito y la guerra. 8Luego le dijo:
-Anda a casa a lavarte los pies.
Urías salió de palacio y detrás de él le llevaron un regalo del rey. 9Pero Urías durmió a la puerta de palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa. 10Avisaron a David que Urías no había ido a su casa, y David le dijo:
-Has llegado de viaje, ¿por qué nos vas a casa?
11Urías le respondió:
-El arca, Israel y Judá viven en tiendas; Joab, mi jefe, y sus oficiales acampan al raso; ¿y voy yo a ir a mi casa a banquetear y a acostarme con mi mujer? ¡Vive Dios, por tu vida, no haré tal!
12David le dijo:
-Quédate aquí hoy, que mañana te dejaré ir.
13Urías se quedó en Jerusalén aquel día. Al día siguiente David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa. 14A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. 15El texto de la carta era: <<Pon a Urías en primera línea, dondes ea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera>>. 16Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. 17Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo algunas bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita. 18Joab mandó a David el parte de guerra, 19ordenando al mensajero:
20-Cuando acabes de dar el parte al rey, si el rey monta en cólera y te pregunta: <<¿Por qué os acercasteis a la ciudad a combabir? ¿No sabíais que los arqueros disparan de lo alto de la muralla? 21¿Quién hirió a Abimelec, hijo de Yerubaal? ¡Una mujer, desde lo alto de la muralla, le dejó caer encima una piedra de moler, y así murió en Tebes! ¿Por qué os acercasteis a la muralla?>>, tú entonces añades: <<Ha muerto también tu siervo Urías, el hitita>>.
22Marchó el mensajero, se presentó a David y le comunicó el mensaje de Joab. David se enfadó, 23pero el mensajero le dijo:
-Es que el enemigo se lanzó contra nosotros, haciendo una salida a campo abierto; nosotros los rechazamos hasta la entrada de la ciudad, 24y entonces los arqueros nos dispararon desde la muralla; murieron algunos de los soldados del rey y también murió tu siervo Urías, el hitita.
25Entonces David dijo al mensajero:
-Dile a Joab que no se preocupe por lo que ha pasado; porque así es la guerra: un día cae uno y otro día cae otro; que insista en dar el asalto a la ciudad hasta arrasarla. Y tú anímalo.
26La mujer de Urías oyó que su marido había muerto e hizo duelo por él. 27Cuando pasó el luto, David mandó a por ella y la recogió en su casa; la tomó por esposa, y le dio a luz un hijo. Pero el Señor reprobó lo que había hecho David.


Explicación.



Es sorprendente esta narración en el presente lugar. El rey ideal de Israel es descrito como criminal abyecto y en la nación despliega el autor toda su maestría narrativa. Sobresalen la gradación de las escenas en un crescendo dramático, el complicarse de la trama, el trazo psicológico, la inmediatez diríase impasible.


Muchos siglos después Jesús Ben Sira recuerda impresionado el crimen de David al elogiar a los antepasados (Eclo9 47,11). No ha habido una mano violenta que destruyera este relato ni una mano piadosa que lo sepultase para la posteridad.

El autor que lo compuso y el que lo recogió en obra miraban desde la cultura teológica. Si hasta ahora Dios parece que se ha retirado discretamente, ante el pecado de David entra vigorosamente en escena, dominando los sucesos. Se diría que el pecado de David es más revelador que sus victorias.

11,1-5 Primera escena: David y Betsabé.

11,1 El primer verso plantea toda la situación: el contraste entre las tropas numerosas que marchan a la guerra y el rey que se queda en la capital; frase larga para los soldados, frase breve para David; (el contraste entre frases largas y breves es procedimiento que recurre en el relato). Aunque casi toda la acción se desarrolla en la corte, sentimos a ésta envuelta en una presencia dominadora y acusatoria de la guerra: visitas, mensajes, el gran marco que se abre en 11,1 y se cierra en 12,26-31. El primer verso nos impone una lectura de contrastes y nos hace pensar en la primera aparición de David en el campo de batalla, dejadas sus ovejas.

11,2 El segundo verso acerca la figura de David: la siesta, el ocioso pasear, la curiosa mirada. Todo ello desde la altura de su azotea, desde la altura de poder real que ordena, despacha, reclama, comenta. Contrasta la frase larga sobre el rey y la frase breve dedicada a la mujer, vista por los ojos del rey.

11,3-4 La rápida acción está articulada por el doble mandar: a informarse, a traer. Supuesta la información, el traer equivale a un rapto para el adulterio. Nada dice el autor de la actitud de Betsabé: ¿consiente a gusto?, ¿podría resisitirse al rey? Una frase breve cierra el episodio, que podría concluir sin consecuencias: "Volvió a su casa" (el motivo de la casa es importante).

11,4 Lv 15,9; Ex 20,14.

11,5 La reacción de Betsabé es de pánico: la adúltera tiene pena de muerte, y la prueba del adulterio está en su seno; toca al rey mediar. Los cuatro verbos casi seguidos del original expresan la urgencia. Contrasta el brevísimo mensaje en la frase final.

Así ha terminado la primera escena. Notemos en ella los términos clave: la cama (mshkb), acostarse (shkb), quedarse (yshb). 

11,6 Este verso introduce la segunda escena, repitiendo tres veces, en el texto hebreo, el verbo mandar.

11,7-13 Segunda escena: Urías y David. El autor no dice si Urías sabe o sospecha algo. El despacho y el viaje, Jerusalén-Amán (Rabá) ida y vuelta, requieren algo más de una semana. La llamada real puede resultar sospechosa; la conducta real no disipa, antes favorece la sospecha; las palabras de Urías parecen un reproche, y su conducta un desafío al rey. En todo caso, el lector tiene que fijarse en la fuerte contraposición de las dos figuras.

11,7 La frase larga, con tres complementos, resume una conversación y presenta el interés fingido del rey. En hebreo se pregunta por la paz o bienestar (shalom) en el contexto de guerra esa palabra, repetida tres veces en el original, suena extraña.

11,8 La fórmula incluye el reposo completo en su propia casa. El verbo lavarse es el mismo de Betsabé bañándose.

11,9 La breve frase final subraya la desobediencia del soldado. El motivo de la casa se vuelve obsesivo en los versos que siguen.

11,11 Urías ha traído consigo un aire de guerra, de austeridad militar, a la corte. Sus palabras formulan el contraste, y, en el contexto, suenan a reproche. El Arca - y con ella el Señor-, Judá e Israel -en una campaña nacional-: se ha quedado David con las mujeres y algunos cortesanos. Las frases de Urías son amplias y apasionadas, su descripción del ejército denuncia el ocio y sensualidad de David. El verbo acostarse suena aquí con sentido sexual.

11,13 Al final de la escena se repiten en otra clave los términos de la primera escena: acostarse, cama, quedarse en Jerusalén. Haciendo eco al v.9, suena otra vez la casa.

Urías ha desobedecido al rey, le ha recordado cosas desagradables, ha hecho fracasar su plan sencillo. ¿Piensa David que Urías sabe o sospecha?, ¿se siente descubierto y amenazado? Al menos ha visto que no puede domeñar al soldado ni con regalos ni con vino.

11,14-17 La tercera escena, breve y rapidísima, está iluminada por una luz trágica: Urías portador de su sentencia de muerte. La carta podía ir escrita en una tablilla de barro o en pergamino, e iba sellada. David da una orden sin explicaciones. Joab la ejecuta sin miramientos.

La carta termina con una frase breve "que lo hieran y muera", a la que hace eco una frase algo más larga con que concluye la escena: "murió también Urías el hitita"; esto sonará de nuevo, casi como un estribillo.

11,18-25 La cuarta escena se desarrolla en el campamento y en la corte con elementos paralelos; la traducción griega subraya ese paralelismo poniendo en boca de David las palabras previstas por Joab; el efecto es de una ironía punzante.

11,20-21 De nuevo el contraste entre el discurso largo y la respuesta final breve: son cuatro interrogaciones de David, casi un interrogatorio, y una noticia escueta, eco del final del v. 17.

11,23-24 La misma técnica utiliza la respuesta del mensajero: una explicación detallada de los sucesos y una frase breve sobre la muerte de Urías, repitiendo el final del v. 21.

11,25 David consuma cínicamente su maldad: tranquilizado con la noticia, se vuelve a consolar a Joab. La vida de unos cuantos soldados es buen precio por la muerte de Urías: se ha salvado la autoridad y el prestigio del rey, muere un inocente, triunfa la razón de estado. Joab no debe afligirse por tal pérdida, son cosas de la guerra -una fuerza impersonal e irresponsable-, no han sido los planes y órdenes de David. Finalmente, el rey cobarde pide valentía a Joab; a la letra el original sonaría "insiste en tu guerra contra la ciudad".

11,26-27 El desenlace es breve, con un verso para Betsabé y otro largo para David. Este pronuncia su última orden. La última frase del capítulo es lapidaria, y en la fórmula "fue malo a los ojos de" ("reprobó") recoge las palabras de consuelo a Joab "no sea malo a tus ojos" ("no te preocupes"); es el contraste más enérgico del capítulo.

No es el rey quien establece el derecho, porque el rey humano es vasallo de Dios; y ante la injusticia del poderoso, Dios se pone de parte del débil ofendido. Ante la mirada de Dios no valen oficios ni dignidades, ni siquiera méritos adquiridos; su juicio sobre la historia es decisivo. Al narrador le basta consignarlo en una frase, sin ponderaciones.

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